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GLOBALIZACION E IMPERIO: LOS NUEVOS PARADIGMAS DE OCCIDENTE - Esquema de Clases N° 5 para la asignatura de ENFOQUES TEORICOS DE LA GLOBALIZACION

Prólogo

 

Este ensayo en la forma de Esquema de Clases N° 5 tiene por objeto examinar para fines pedagógicos, la relación entre imperio y globalización, a la luz de algunas categorías de análisis de la Ciencia Política y de las Relaciones Internacionales, en el marco de la asignatura de Enfoques Teóricos de la Globalización en el Semestre VIII de la carrera de Ciencia Política en la Universidad ARCIS.

Punta Arenas - Magallanes, invierno de 2006.

Manuel Luis Rodríguez U.   Cientista Político.

 

Imperio, hegemonía imperial y orden planetario: algunos elementos de análisis 

 

¿Qué es lo que explica el ascenso histórico de Estados Unidos hacia la condición de potencia global dominante y hegemónica a partir de la segunda mitad del siglo XX?   Habría que explorar en las causas del desarrollo económico y tecnológico del capitalismo durante el siglo XIX y que encuentra su cristalización en Norteamérica, a lo largo de las fdos guerras mundiales del siglo XX: la única gran potencia que emerge triunfante de ambas guerras es Estados Unidos, incluso no obstante que la Unión Soviética fue la otra gran vencedora de la Alemania hitleriana en 1945.  

Es posible sustentar la hipótesis de que el ascenso histórico de Estados Unidos a la condición de potencia dominante durante el siglo XX, se explica por la expansión del modo de producción capitalista a escala planetaria, por el uso ostensible y sistemático de la guerra como instrumento de dominación y de avasallamiento de las potencias que no aceptaran la hegemonía estadounidense, y por la existencia de una cultura-ideología liberal-capitalista que otorga sustento ideológico y justificación política a esta dominación, la que se expande a nivel mundial como parte de una industria cultural.  Según este esquema explicativo por lo tanto, tres serían las causas fundamentales del ascenso de EE.UU. a la condición de potencia mundial hegemónica: la expansión económica y tecnológica capitalista, la acción bélica como herramienta de dominación y la expansión de una ideología que le da sustento.

¿El mundo ha entrado en una nueva era imperial?

Resulta sintomático constatar que en la discusión teórica e intelectual que se plantea hoy en las Ciencias Sociales y la Ciencia Política contemporáneas en particular, no es si estamos asistiendo o no a una nueva era imperial, sino cuál será la duración de esta dominación.  El que Estados Unidos haya ascendido a la condición de potencia imperial en el mundo actual no está en discusión, es, por el contrario, un dato histórico y empírico fuera de discusión.  Lo que nos parece provechoso analizar es si acaso ésta dominación, esta hegemonía imperial se está produciendo sin obstaculos y cuáles son los rasgos característicos de dicha hegemonía imperial.

Para entender este fenómeno necesitamos situarnos teóricamente en una perspectiva global del orden mundial, y para ello recurriremos a la noción de "sistema-mundo" para dar cuenta de un orden mundial articulado sistémicamente en el que se integran actores de distinta jerarquía y potencia, dentro de estructuras mundiales y/o globales que tienden a interrelacionarse entre sí.   El mundo ha entrado, también desde el siglo XX, en un modo de organización mundial que denominamos "sistema-planeta" o "sistema-mundo": es este modo de organizsción global el que constituye el trasfondo de la constitución de un sistema imperial y unipolar de hegemonía. 

La hegemonía en el sistema-mundo significa, desde el punto de vista teórico y por definición, la existencia de una potencia cuya situación geopolítica y geoestratégica le permite imponer una forma más o menos estable de distribución del poder dentro del espacio global o planetario. La hegemonía se define por la capacidad de un actor -en este caso de un actor estatal-financiero-tecnológico- para imponer la forma cómo se va a ordenar el sistema mundial.   Esta hegemonía global implica o supone un período de "paz", lo que significa en primer lugar la ausencia de confrontación militar o estratégica, no de cualquier forma de lucha militar, sino de la que se produce entre las grandes potencias del sistema, o sea una confrontación a escala planetaria. Un período de hegemonía requiere, y al mismo tiempo genera, "legitimación", entendiendo por tal la sensación por parte de los principales agentes políticos (incluyendo grupos amorfos como las "poblaciones" de varios Estados) de que el orden social existente es el mejor posible, o de que el mundo ("la historia") se mueve continua y rápidamente hacia ese orden social.

Tales períodos de hegemonía real, en los que la capacidad de la potencia hegemónica de imponer su voluntad y su "orden" sobre otras potencias no se ve sometida a amenazas serias, han sido relativamente poco duraderos en la historia del sistema-mundo moderno. En mi opinión, se han dado sólo tres casos: las Provincias Unidas a mediados del siglo XVII, el Reino Unido en el XIX, y los Estados Unidos a mediados del XX. Sus respectivos "momentos de hegemonía" entonces, duraron alrededor de veinticinco a cincuenta años en cada caso.

Al final de cada uno de esos períodos, esto es, cuando la antigua potencia hegemónica se iba convirtiendo simplemente en una gran potencia entre otras (incluso si seguía siendo durante algún tiempo la más fuerte desde el punto de vista militar), el sistema perdía estabilidad y en consecuencia también perdía legitimación, lo que implica menos paz. En este sentido, el período actual, que sucede a la hegemonía de los U.S.A., no es esencialmente distinto a los que siguieron a la hegemonía británica durante el siglo XIX, o a la holandesa a mediados del XVII.

Pero si ésto fuera todo lo que pudiera decirse del período 1990-2025, o 1990-2050, o 1990-?, apenas valdría la pena discutir sobre ello, excepto a lo más como una cuestión de gestión técnica de un orden mundial inestable (que es precisamente como demasiados políticos, diplomáticos, profesores y periodistas lo tratan).

Hay, sin embargo, más, probablemente mucho más, en la dinámica del próximo medio siglo, poco más o menos, de gran desorden mundial. Las realidades geopolíticas del sistema interestatal no descansan exclusivamente, ni siquiera principalmente, sobre el rapport de forces militar entre el subconjunto privilegiado de Estados soberanos que llamamos grandes potencias --esos Estados suficientemente grandes y ricos que disponen de ingresos que les permiten desarrollar una capacidad militar seria.

En primer lugar, sólo algunos Estados son suficientemente ricos como para disponer de tal base recaudatoria, siendo esa riqueza más la fuente que la consecuencia de su fuerza militar, aunque evidentemente ese proceso se retroalimente. Y la riqueza de esos Estados con respecto a la de otros depende tanto de su tamaño como de la división del trabajo en la economía-mundo capitalista.

La economía-mundo capitalista es un sistema que implica una desigualdad jerárquica de la distribución basada en la concentración de ciertos tipos de producción (relativamente monopolizada, y por tanto con una elevada tasa de beneficio) en ciertas zonas limitadas, que se convierten así en atractores de la mayor acumulación de capital. Esa concentración permite el reforzamiento de las estructuras estatales, que a su vez tratan de garantizar la supervivencia de esos monopolios relativos. Pero como los monopolios son de por sí frágiles, se ha ido produciendo una constante, discontinua y limitada pero significativa relocalización de esos lugares de concentración a lo largo de toda la historia del sistema-mundo moderno.

 

La hegemonía imperial: rasgos principales 

 

Veamos primeramente los rasgos definitorios de la hegemonía imperial.

Podemos construir teóricamente una definición de la "hegemonía imperial", como una condición voluntaria y una forma de manifestación de la dominación de un Estado o de un actor del sistema internacional sobre los demás actores del sistema, sobre la base del ejercicio político, económico, material o tecnológico, cultural e incluso territorial de determinadas formas de hegemonía, que son reconocidas objetivamente por los demás actores y que los coloca a éstos en una posición más o menos subordinada y de dependencia dentro del sistema. Según esta definición que propongo, la hegemonía imperial es una condición que tiene distintas dimensiones, pero que implica esencialmente, estructuralmente, una asimetría más o menos profunda en las relaciones entre los actores del sistema internacional, en términos de subordinación y dependencia.

Pero además, como lo propongo en esta definición, la dominación imperial se da como una condición voluntaria, es decir, que ella se expresa como una expresión de la voluntad clara, más o menos explícita del actor imperial para ejercer esa dominación, para hacerla visible y para presentarla como incontrastable.  No basta ser imperio; es necesario que el Estado imperial desee abiertamente serlo y ejercer esa dominación, lo que significa también que en la ideología propia, en la "Razón de Estado" de dicho Estado imperial, siempre aparece una justificación que explica y sustenta la hegemonía imperial como necesaria, natural e ineludible.   En el caso que nos ocupa, Estados Unidos no solo ejerce materialmente su hegemonía -aún a pesar de las crecientes formas de oposición y de rechazo que ocasiona- sino que encuentra las razones y motivaciones que la justifican y la avalan.  

Y esa ideología justificadora de la dominación imperial actualmente en proceso de instalación, puede identificarse como el dogma de la globalización.

Ahora bien, el fenómeno central, crucial que ha sucedido desde mediados del siglo XX en adelante, es que el sistema mundial ha ingresado en una nueva era imperial, es decir, en un período histórico en el que, superada la bipolaridad anterior (1945-1990) se abre un período de duración indeterminada en el que se establece o tiende a establecerse un orden unipolar caracterizado por la afirmación hegemónica de la potencia estadounidense, cualificada como potencia global.

 

La hegemonía que comienza en las conciencias 

 

Se nos presenta ahora como objeto de análisis, las razones culturales, acaso epistemológicas que explican la emergencia del imperio estadounidense, como el prototipo del imperio moderno.  Max Weber se sentiría inclinado a atribuir a la ética protestante y a la visión del dinero que ésta postula, algunas de las causas profundas que explican esta deriva hacia la dominación imperial.  La escuela marxista se inclinaría a explicar este tópico, a partir de un examen centrado en las condiciones económicas del desarrollo capitalista mundial, como lo hicieron en su momento Hilferding, Lenin y Rosa Luxemburgo, entre otros autores.

Otros autores, como Huntington o Fukuyama se inclinarían a presentar este fenómeno histórico, como una tendencia ineluctable, inevitable de la dominación estadounidense.  Pero, tenemos derecho a preguntarnos cuáles son los rasgos que identifican que estamos en presencia de una época imperial.

¿Estamos entrando en una nueva época histórica imperial?  ¿El planeta avanza hacia la hegemonía imperial?  ¿Qué rasgos distintivos y característicos presentaría esa dominación imperial?

Veamos primero los rasgos de la mentalidad estadounidense que permiten pensar que el imperio es una realidad estructural del actual sistema internacional, pero que detrás de esa realidad subyace un trasfondo cultural e idiosincrático mucho mas profundo.   La mentalidad estadounidense, se caracteriza por adscribir se a una lógica competitiva que atraviesa la totalidad de la vida social; los estadounidenses son educados desde la infancia en la lógica de competir, de luchar para ganar, de prepararse para una competencia en la que siempre tienen que prevalecer, en la que siempre tienen que ganar.   El idealismo valórico que caracteriza a la idiosincracia estadounidense y a su política exterior, no alcanza a borrar el profundo materialismo que caracteriza a sus formas de vida: son materialistas prágmáticos que justifican sus demandas, necesidades y metas, con el idealismo de unos cuantos valores individualistas.

Hay además en ellos, una profundo sentido de superioridad.  Los estadounidenses han sido educados en la superioridad de la cultura, del modo de vida de su país, como un paradigma único y de alcance universal.  Para los estadounidenses, la cultura de su país es el prototipo superior de toda la civilización humana y esa sjuperioridad necesaria y naturalmente tiene que traducirse en dominación.  Hay en esta visión, una lectura profundamente darwiniana del mundo y de la historia. 

La globalización junto con el ideario liberal, puede considerarse como el paradigma del capitalismo en Occidente en el presente inicio del siglo XXI.

Analizemos esto.

Referencias bibliográficas y documentales

Wallerstein, I. THE POLITICS OF THE WORLD-ECONOMY: THE STATES, THE MOVEMENTS AND THE CIVILISATIONS. Cambridge University Press, 1984.

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